miércoles, 14 de febrero de 2018

¿Por qué escribo?




¿POR QUÉ ESCRIBO?


Esta es una pregunta clave. Nos la hacemos nosotros mismos, quienes escribimos día tras día. ¿Por qué? ¿Para qué?
    Por supuesto, en mi caso, lo tengo muy claro. Otra cosa es explicarlo para que se me entienda. Pero como dicen los que saben: queda muy mal que quien desea convertirse en un gran escritor diga que algo es difícil de explicar, ¿verdad? Así que, como no tengo excusas, responderé sí o sí.

    En mi caso, tengo una mente muy imaginativa, que no necesita que los planetas se alineen para que le llegue la inspiración. Diría que resulta más bien al contrario. Siempre, a pesar de las novelas que llevo escritas, existen nuevas ideas en la cola, como sucede en los turnos de una carnicería. Todas me interesan, pero unas primero y luego las demás. Sé que mi caso no es excepcional, que muchas personas que leáis este post coincidiréis conmigo. 

    De pequeñito fueron los juguetes los actores de mis historias. Luego pasé al dibujo, y tras convertirme en un lector compulsivo nació mi vena escritora.
    Así que escribo porque necesito sacar de mi cabeza lo que se cuece en ella, donde llega un momento en que la historia la tengo tan desarrollada en mi mente y tan clara, que me molesta. Extraerla de mi interior significa un alivio enorme y una satisfacción semejante a la que podría resultar cuando alguien recibe el diploma de una importante titulación. Es una meta alcanzada en la que he invertido muchas horas, un tiempo que lo he sacrificado de estar con familia, amigos, viendo películas o haciendo deporte, y sobre todo, de sueño. No recuerdo un día que haya dormido más de siete horas seguidas. Mi horario de escritura es nocturno, pero no puedo apurarlo mucho porque madrugo para ir al trabajo. Así que, cuando saco cuentas, el resultado es que duermo poco. Por ahora es inevitable. Siempre me acuesto cuando mi pareja ya lo ha hecho, nunca coincidimos porque yo siempre me quedo frente a la pantalla escribiendo, los 365 días del año (prácticamente).

Entonces, ¿Para qué?

    No os mentiré. Quiero vivir de esto, claro que sí. Quiero que la gente conozca mis novelas, que les guste, que hablen de ellas, que me hablen a mí. A todos nos gusta que se reconozca la calidad de nuestro trabajo. Yo debo desconectar cada noche para centrarme en la novela que llevo entre manos. Y el día que no lo consigo (no suele ocurrir) es un día perdido que no me acerca a mi sueño. No hay excusas, puedes quejarte a quien quieras, pero no te va solucionar el problema, nadie lo hará, solamente tú, a base de currártelo. Por eso, muchas veces imagino mi rendimiento si en mis preocupaciones diarias solamente estuviera la escritura. 
    Es un sueño alcanzable, pero no se regala. Y quizá, para crear algo que realmente llame la atención y sobresalga de la media, necesito escribir quince, veinte o treinta novelas; o menos, o más. Pero no lo sabré si no las escribo.
    Llega un momento en que la idea de triunfar se desvanece, aunque ello no significa que uno se haya rendido, sino que más bien, ese objetivo pasa a segundo plano; y lo que más importa es la creatividad pura y dura, las exigencias de uno mismo. He leído muchos libros didácticos (también sucede con los blogs) que hablan sobre cómo vender por internet, sobre cómo ser un escritor visible. Y llego a una conclusión: Yo no quiero que mi imagen vaya por delante de mi trabajo. Muchos escritores se convierten en auténticos plastas, salen en todas las redes sociales, no paran de realizar vídeos donde hablan de sus presentaciones, del éxito que están teniendo, quizá sobremaquillando los resultados. Toda esa publicidad está basada en un libro autopublicado (es a estos casos concretamente a los que me refiero), y en ocasiones resulta ser su primer trabajo. 
    En mi humilde opinión eso es un error, porque lo más normal es que esa primera novela todavía no tenga una calidad suficiente para los lectores, y el autor se cree una imagen postiza, como de farsante.
    Sinceramente, temo que me suceda a mí. Yo quisiera triunfar hoy mismo, pero no a ese precio, porque puede que vendiera muchos ejemplares gracias a mi visibilidad e insistencia en las redes, pero no sucedería lo mismo con una segunda novela. Y yo quiero lo contrario. Llevo siete novelas autopublicadas en Amazon, dos más terminadas a falta de una última lectura de corrección. También otra novela de más de setecientas páginas que quizá reescriba por aligerarla. Y muchos otros proyectos. Pues a pesar de ello, sigo sintiéndome demasiado inexperto para lanzarme a publicitar mis trabajos como si no existiera un mañana. Puede que me equivoque, porque sé que un escritor invisible es un escritor que no existe. Pero he decidido no tener prisa en esa parte de mi vida literaria.


miércoles, 3 de febrero de 2016

Anelos de un Escritor Novel

Los escritores noveles anhelamos, y mucho. Sobre todo porque vivimos una situación en cierto modo triste. No vivimos de nuestro sueño, de esa tarea diaria que realizamos sin que nos la imponga nadie, que nos la tomamos como un trabajo pero que no llena nuestros bolsillos. Por tanto, anhelamos, y mucho.

Nuestras mentes se pierden cuando conversamos de temas vacuos, y divagamos entre nuestros sueños y proyectos mientras nos hablan de otras cosas. Nos convertimos en personas extremadamente constructivas. Pensamos: "Yo debería estar avanzando mi novela en lugar de permanecer sentado en este parque, en lugar de estar hablando de coches, o de ropa, o de lo que le ha dicho fulano a vengano". Todo nos parece irrelevante menos nuestros proyectos. Porque tenemos muy presente que quien no persigue sus sueños no los alcanza. No es que no nos importe nadie, ni nada. Pero vivimos una situación complicada. Al igual que un músico o un pintor (artístico), necesitamos crear, cuanto más, mejor. Con la desventaja de tenerlo que compaginar con la vida diaria que nada tiene que ver con nuestra pasión, en la mayoría de casos. Nada que ver con una rutina que, en mi caso,resulta opuesta a la creatividad. 

Anhelamos sentarnos a una mesa y hablar de nuestros proyectos creativos, anhelamos juntarnos con personas capaces de escuchar, de interesarse por lo que escribimos, que nos animen a continuar y pidan leernos. Necesitamos lectores al fin y al cabo. Porque una parte del trabajo (escribir) somos capaces de hacerla, pero alcanzar el mayor público posible, es otra cosa.

Anhelamos reunir más tiempo para escribir, para desahogar nuestra mente, que pueda enfrascarse de lleno en la novela que tenemos en marcha. Que nadie nos diga que dejemos de escribir para invertir el tiempo y el esfuerzo en algo productivo que nos de dinero.

Anhelamos dar ese paso hacia la profesionalidad.


lunes, 25 de enero de 2016

EL ESCRITOR HUÉRFANO

Es un sentimiento de derrota, de tristeza fundada en la impotencia. Así puede sentirse alguien como yo. Un escritor empedernido, que ama juntar palabras para crear imágenes lo más perfectas posibles, esas que despiertan el interés del lector cual suculento plato de comida en épocas de hambruna.

Yo escribo día tras día, y sé que voy mejorando, cometiendo menos errores y tirando menos de vocabulario. Las aventuras siguen, y seguirán desahogando mi insaciable imaginación. El camino se hace al andar, pero temo que no haya nada allá donde me lleven mis pasos. Y así me siento, un escritor sin lectores, porque me es imposible encontrarlos, darme a conocer.

Me he convertido en un nómada de internet, un ente que deambula por las webs y blogs buscando una salida. Gritando desde acantilados vacíos donde ningún barco navega. 

Dejando atrás estas comparaciones que rallan la cursilería, sí que quiero decir que los escritores nóveles merecemos, al menos, la oportunidad de encauzar nuestros proyectos sin tener que dejarnos un dineral por el camino. Donde las voraces webs de autoedición no nos extraigan hasta el tuétano de nuestras ilusiones. Al menos, merecemos ser escuchados y la oportunidad de que alguien pueda interesarse por novelas resignadas a un futuro encajonado.

Las agencias no escuchan, las editoriales están saturadas... Y buscar nuestro camino fuera de estas significa invertir ingentes cantidades de dinero, ¿Y si no disponemos de capital? La cuestión es, ¿también el mundo literario está ligado al dinero?



Supongo que también en la cultura, las personas sin dinero ni ayudas también están condenadas a quedarse en la cuneta.

martes, 12 de mayo de 2015

Decepción (mi periplo en busca de editorial)

Hoy he recibido una mala noticia. Sé que no debería ilusionarme pensando en publicar, pero supongo que no tendría sentido luchar sin esperanza, ¿verdad?

En fin. En lo que realmente suelo invertir mi tiempo es en escribir. Muchísimo más que en buscar editorial o agente literario. No soy de los que han escrito un libro y con él quieren convertirse en escritores profesionales. Pero ya que escribo, qué menos que intentar buscar alguna salida a mis trabajos.

El tiempo pasa, y algunas veces me llueven dosis de realidad. ¿Quién te crees que eres pensando que tus historias son suficientemente buenas? ¿Sabes acaso la cantidad de gente que hay mucho mejor que tú y que todavía no ha encontrado editorial? Son preguntas que bombardean mi autoestima. Arañan mi optimismo y lo pisotean hasta convertirlo en tristeza, frustración y enfado.

Sin embargo, sigo aferrándome a lo que creo es más importante que el rechazo de editoriales o de agentes literarios. Mis trabajos gustan. Sé que no a todos los que los han leído, pero sí a los enamorados de la fantasía, de las aventuras y de la acción. Estos lectores son suficientes para que siga con el ímpetu renovado. Por ahora, el peso del fracaso no inclina la balanza lo suficiente, pues ninguna decepción puede con los ánimos de quienes te leen. Me dicen que valgo para escribir, que soy capaz de crear historias muy interesantes y entretenidas, que les encantan mis personajes, y por supuesto, que siga escribiendo.


Pues eso haré. A pesar de los rechazos de las editoriales creo que jamás debo dejar de plasmar mis historias, mis fantasías. Porque yo creo en ellas. Me desahogo narrándolas, y soy feliz compartiéndolas. Así que, al menos, tengo algo que nadie me arrebatará y que yo siempre podré leer, junto a quien esté dispuesto a aventurarse en mis mundos y mis personajes. Por momentos tengo el privilegio de vivir y contemplar otras realidades, otras vidas y otras relaciones. Ojalá algún día, pueda mostrárselas a más personas.

jueves, 4 de diciembre de 2014

Una reflexión personal sobre mi cortísima vida como escritor y mi experiencia en la publicación.

LA OPINIÓN DE UN DON NADIE

                
¿No tienes la sensación de que los engranajes de nuestro mundo están ya todos conectados y tú te has quedado fuera?

Cada uno en su ámbito. En mi caso, debo explicar que estoy intentando abrirme paso en el mundo de la literatura. Un mundo que desconocía más allá del “simple” hecho de escribir. Pues resulta que lo más difícil en el proceso de la creación literaria no es escribir, ni mucho menos. Sino conseguir que algún día, tu obra, ese trabajo que con tanto cariño has creado, pueda verse en las librerías.

Tengo la sensación, enormemente triste, de que he hecho tarde. De que las editoriales ya no necesitan nuevos autores, nuevas historias. Tengo la sensación de haber conseguido una entrada al espectáculo de mi vida y el aforo está lleno. Me quedo con las ganas de sentir el éxito, de conocer las maravillas que se esconden tras un trabajo bien acabado, que ha costado un sacrificio que, en ocasiones, me produce cierto vértigo cuando contemplo por lo que he tenido que pasar.

Pero nadie me ve. Las historias permanecen guardadas en mi cajón, acabadas, corregidas, registradas en la Propiedad Intelectual. Parece ser que de nada sirven las positivas valoraciones de quienes han leído mis trabajos. Ni el intento de autoedición que me costó una pasta.

Esa es otra. El mundo de las editoriales. Estas “editoriales” que según ellas te ayudan a cumplir tu sueño. He vivido la experiencia de contratar los servicios de una de estas editoriales que trabajan por web. No he conseguido una buena experiencia. El pobre autor, y nunca mejor dicho, se gasta una fortuna (puede rondar los dos mil euros, siempre y cuando no contrates más cosas con ellos, como una corrección exhaustiva valorada aproximadamente en tres euros por página) sin conseguir un resultado tan profesional como se espera. Aparte de pagar una gran cantidad, estas editoriales perciben un porcentaje económico respecto a la venta. Es decir, que perder, no pierden, pero el autor sí. Porque venderán el libro al precio de venta que puede tener un BestSeller, contando este con sus correspondientes correcciones, publicidad, y edición profesional. Así que, un libro, que tan sólo lo has corregido tú, con tus limitaciones y una subjetividad imposible de evitar, acaba ofreciéndose al público a un precio de libro profesionalmente tratado en cada uno de sus aspectos (diseño, marketing, corrección, distribución física, etc.). Por tanto, sumando dos más dos, comprendemos que nuestro libro no venderá ni un triste ejemplar.
Por suerte para un escritor como yo, es que una vez sabes que eres capaz de escribir un libro entero, se te abren multitud de posibilidades de creación, porque comprendes que eres capaz de acabar semejante trabajo. Las historias se te agolpan en la cabeza y es inevitable exteriorizarlas. Ya no puedes dejar de ser escritor. Y eso es bueno, supongo.

Pero existe un miedo. Una sensación de abatimiento que me persigue, y es la impotencia que produce sentir que probablemente jamás veré mis trabajos expuestos en librerías de mi ciudad, de mi país, de todo el mundo. Porque todo está saturado.

Las agencias literarias ya no aceptan manuscritos porque reciben demasiados. Las editoriales tan sólo apuestan por autores conocidos, de prestigio. Pocas se dignan en responder tus solicitudes, por muy insistente que seas. Yo no tengo contactos, ni padrinos. Solo tengo imaginación que plasmo en el papel. Estoy completamente solo y sin dinero, como la mayoría de jóvenes españoles cuyos padres no son de ayuda. Tengo las manos atadas, he dejado de soñar con la gloria. No pienso en el éxito por el dinero, pero sí porque el máximo de personas lean mis novelas. Sólo así conseguiré vivir de ello, y podré crear más y mejor. Un sueño utópico quizás. Es como la lotería, nunca te toca, pero a otra gente sí. ¿Por qué si trabajas duro no pueden cumplirse tus anhelos?



Para concluir, diré que a pesar de tanto inconveniente, ya no puedo dejar de escribir, de crear historias y personajes capaces de aportar valores aprovechables en nuestra sociedad. A pesar de la saturación de agencias literarias y editoriales, seguiré intentando luchar por mis trabajos, porque creo en ellos y en las personas que me animan a seguir. Según ellas, valgo para esto, y sus palabras son suficientes para que crea en mí mismo.